El día que todo cambió

 

Roxana del Carmen Ruiz Bravo-19 años-


El Día que todo cambió 


Algo que les repito a mis hijas de vez en cuando es que 
"los recuerdos no se olvidan en el fondo de un baúl, se usan, se hablan para mantenerles vivos, sobre todo sí son buenos"

Seguro de que todos tenemos un día en común en que todo nos cambió y los que aún no, talvez se irán uniendo al gremio. 

Para Julio del año 2020, cuando muchas iglesias transmitían sus cultos en línea, mi pastor Terencio Blanco me dió la oportunidad de compartir una palabra vía facebook de campamento de Dios, y mientras hablé un poco de este tema, uno de los que estaban conectados comentó: "yo también tengo un día en que todo cambió" ; tal humilde persona era el pastor Natán Alfaro de Casa de mi Gloria.

Un honor tener algo en común con tantos de ustedes. Seguro muy distintas experiencias, pero ya te cuento.

Recuerdo que me bautizaron de bebé en la iglesia católica; son bromas, no me acuerdo, pero mi mamá me contó. De lo que si me acuerdo es cuando ya de unos 7 u 8 años me llevaban junto a mis hermanos a la iglesia de Dios en los cocos, en el barrio San Judas, Managua. Nos sentaban a todos en una sola banca, parecíamos marimba, por orden de tamaño y reflacos. 

Un día recuerdo que el pastor predicó de los juicios venideros del Señor. Me asusté, pero no quedé muy convencido. Al terminar el culto pasamos por la casa de mi tía María y me fui solo al patio, eran como las 9 de la noche, quedé viendo el cielo nocturno, despejado y estrellado, entonces apunté con mi mano hacia Dios y le dije: Sí en verdad existís déjame caer un rayo, ¡pues! (no sé sí era que me quería convertir en Shazam) pero mi plan era apartarme rápido al ver el rayo y cubrirme bajo el bajarete del techo del lavandero. Bueno, el rayo no cayó a pesar de que insistí. Quizás Dios se reía, y bien me hubiera pegado un buen susto.

Pero no, ése no fué el día.

Ya de adolescente las dudas aumentaron junto al deseo carnal de vivir mi vida. Hasta que llegó el tiempo en que no quería saber nada de religiones. Ya había practicado el evangelicalismo (pues de niño recibí clases de una excelente joven maestra, Rubenia Matus) y el catolicismo siendo parte de un grupo juvenil misionero que salíamos a las zonas rurales a evangelizar, también me familiaricé con los testigos de Jehová. Pero nada en mí cambiaba mi terquedad, ni me movían de mi propia opinión respecto a lo divino.

Aquí el grupo juvenil misionero católico en Tola, Rivas


Pero siempre estuvieron ahí mis amados hermanos y familia orando por mí. Entre ellos Roxana, la cumiche. La menor. La pecosa. La José. La de los sueños, aquella flor diferente en medio del jardín. Bella y con una fragilidad que era su fortaleza.

De pequeña me la montaba a los hombros y le decía que era mi hija. No había chiste malo para ella. Llena de una alegría que contagiaba. 

Aquí con Nancy, Raquelita, y la pequeñita Roxana
en mi graduación de tercer año de secundaria


Para el mes de julio del 2009 su cama era la de una sala del hospital la mascota, Managua. Habiendo nacido con un defecto en sus riñones que le dieron problemas toda su vida hasta que colapsaron. Para ese tiempo las hemodiálisis no eran una práctica común como hoy.

Recién se había practicado un trasplante renal. Aún el caso de su trasplante fué motivo de un artículo en El nuevo diario, un periódico famoso del país para entonces. 

El valiente donante Omar Ruiz el hermano menor de los varones, en su abdomen la marca de la mutilación gentil de su sacrificio.

El cuerpo rechazó el riñón. Ya no había nada que hacer.

Foto publicada por el Nuevo Diario cuando hablaban del éxito de la operación


Todos mis hermanos ya habían rendido su vida a Cristo, pero ahí seguía estoicamente, coronado de soberbia y orgullo, Yo. 

Amaba a mi hermana y la sufría, pero no podía aceptar el hecho de que Dios estuviera tratando con nosotros por medio de su dolor. ¡¿Quién era yo?! ¡¡Sí mi vida no vale nada!! ¡¿Por qué tendría que sufrir ella por nosotros?! No tiene sentido. 

Me molestaba más con lo divino.

Mis hermanos me buscaban para orar y me decían que aceptara al Señor. Yo huía lo más que podía. 

Hasta que un día, luego de una noche llena de llanto, me levanté y me fuí a casa de mis papás. Allí estaba Toñito, nuestro hermano mayor y pastor. Le dije que orara por mi , que aceptaría al Señor. 

Algo pasó esa mañana, con mis hermanos lloramos, nos abrazamos, pero no, tampoco fué ese día.

Omar con Raquel mientras aprieta la mejilla de Roxana


Un jueves 16 de julio por la mañana. Estaba en la habitación del hospital junto a mi hermanita. (La que pasó más tiempo con ella, siempre unidas, fue Raquelita) Sus ojos vendados pues la luz ya le estorbaba. Canalizada con medicamentos. Sedada. Un tubo de respiración. En una pantalla sus leves ritmos cardíacos. - No le hable - me dijo la enfermera. 

No lo hice, solo tome su mano suavemente, me moría por contarle que ya me había decidido por Jesús. Mientras tomaba su mano sus palpitaciones se aceleraron. Estando monitoreada entró rápido la enfermera y me preguntó sí le había hablado. No, respondí. Ya le había soltado la mano. Me asusté.

La mañana siguiente un 17 de julio del 2009 como a eso de las 7 y 45 AM mi hermano Mauricio tocaba mi puerta para comunicarme la triste e inminente noticia.

El día que tomé su mano. Ése si fué el día en que todo cambió.

Conocí a Jesús, no por que me concedió algún capricho, no porque me sanó de algo, no por haberme concedido algún favor, no por buscar púlpito o fama, o por el anhelo de ser prosperado. Lo conocí por medio del dolor, en medio de la debilidad y la impotencia. En el silencio, cuando al solo tomar la mano de mi hermana, su corazón se alegró quizás. 

Entonces ésa fue la línea en mi vida que marcó un punto de salida. Me despojo desde entonces del manto religioso, y de aquellos vicios que drenaban mi vida, y a diario peleo conmigo mismo. Antes cometía todo tipo de pecados y dormía tranquilo, hoy hasta el más leve me pesa en la conciencia. Y trato de ver a Jesús allí, íntimo, consolando, fortaleciendo y llenando de esperanza. 

Y no bastó solo el contexto difícil en que me encontraba, no bastaron los sentimientos, había que tomar una decisión.

Yo sé que para muchos no calzo en su versión de lo que es ser un cristiano, y a la verdad ni yo mismo me la creo, total sé que soy bruto y de duro aprendizaje, pero desde ese día en que comencé a conocer a Jesús, mis ojos están puestos en él, el autor y consumador de mi fe. Él cambió el mundo el día en que resucitó, y a todos nos dió un día para cambiar.

Talvez el mío fue marcado por la tristeza, pero desde entonces inició la más emocionante, real y con sentido etapa de mi vida, y no la cambio ni por mil vidas anteriores.  Cuando mi vida aparentemente giraba en torno de lo normal, a la verdad se caía por un despeñadero. ¡Jesús me salvó!

Sí tu vida cambia, también cambia la de ellos


Sí algo sé es en quien he creído. ¡ojalá hubiese sido diferente!, pero así fue.

Si vos tenés también un día en que todo cambió nunca, pero nunca lo olvidés.

Julio A Ruiz

                                                              



Comentarios

  1. Bendiciones hermano que Dios te bendiga.linda inspiración toca el corazón

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  2. Hermosa reflexion de vida my friend

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  3. ¡Excelente! Que Dios lo siga llenando de sabiduría, y que Dios habrá puerta aún mayores para que pueda compartir del don tan maravilloso que Dios ha puesto en usted! Bendiciones!

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  4. Que experiencia más linda, me vendijó su testimonio... me saco mis lágrimas 😭, Dios te bendiga SOS un gran escritor...

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